Un Lenguaje violento y chilensis: La Tirana, de Diego Maquieira


Un Lenguaje violento y "chilensis": La Tirana, de Diego Maquieira por Enrique Lihn (En la revista Apsi, Santiago., año IX, número 137, del 21 de febrero al 5 de marzo de 1984)


Esta nota quiere llamar la atención sobre La Tirana de Diego Maquieira -poema, Edición Tempus Tacendi-, una señal de asombro previo al análisis de los textos, que dejo para una segunda vuelta. El libro demoró ocho años en nacer (1975-83); salió a la luz, previamente, por retazos (Cal y otras revistas), luego como Selección de La Tirana,en junio del año pasado, edición de 60 ejemplares "para las grandes minorías de mi barrio", ahora, no más estruendosamente, bajo un sello cuya única función es la de filiar este libro singular. Todavía una edición incompleta, quizás no selectiva, pues el autor, hombre ludens, decidió ofrecer a La Tirana como los huevos, en dos docenas de poemas, instalando entre una y otra El gallinero, interpósito conjunto de textos"engallados". Un libro singular, que se inserta a conciencia en una antigua tradición de modernidad, incluyendo a la vanguardia, pero sin ningún alarde rupturista: ingenuidad que autor tan avisado y diestro no se permite. Catulo es un antiguo moderno no ajeno a La Tirana, poema dramático y epigramático.

Paso a un antecedente significativo. Para que el niño Diego aprendiera inglés, sus padres no le hablaban en español mientras vivieron cuatro años en Nueva York. Recuperó su lengua materna en Lima, donde sus compañeros de colegio no le hicieron muy fácil esta tarea: lo hacían responsable de la política exterior de "la Estados Unidos": llegó, años después, hablando en peruano a Chile, una variante de nuestro idioma que le suena afeminado a los ilotas chilenos, en el patio de los colegios. En ambos casos, la respuesta de Maquieira fue violenta, se apoyó en la solidaridad con los marginales, en la mafia escolar. Su lenguaje poético es igualmente violento, por así decirlo: traducción del habla neoyorquino, por una parte y, por la otra, asimilación creativa del lenguaje chilensis, son mención especial en las jergas de lolos y playboys. Lima, la horrible (es el título de un libro de Salazar Bondy, peruano) queda excluida de la dicción; se hace notar negativamente, por su exclusión del lenguaje y bajo la especie de la "Inquisición de Lima" o toledana, blanco del humor negro del libro. La Tirana traspone el referente Inquisisción, se refiere a ella, emblematizándola con el personaje que lleva ese nombre -femenino de tirano-; personaje emblema, pues, fetiche y caricatura feroz en que se inscribe, por lo demás, la instancia del mestizaje y sus desafueros.

En la realidad histórica, La Tirana, india a cuyo padre asesinó Diego de Almagro, le hizo, virilmente, la guerra vindicativa a los conquistadores, pero se enamoró del portugués Vasco de Almeyda, prisionero de su gente. Este la convirtió al cristianismo, con la promesa de un amor celestial, más allá de la muerte, y la pareja fue ajusticiada por los indios a flechazos.

En la fiesta de La Tirana se mezclan razas y cultos. En los poemas de Maquieira, la renegada es una tirana sexual alienada a la Inquisición y en la plenitud de su decadencia, combina prostitución y beatería. El primero de sus compadres eróticos es don Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, el hiperpintor del Imperio Español, otra figura paradójica en la versión de Maquieira: un genio que prefería la pintura (su obra es escasa) la vida del noble; un embutido de arrogancia y arribismo ( se autorretrató, por encima de todos, con la cruz de la orden militar de Santiago). Su protector, el duque de Olivares, primer ministro del Felipe y la cáfila de los inquisidores son algunos de los "salvajes innobles" de este teatro de sombras de procedencia barroca; otros: Machinegun Kelly, Babyface Nelson, Lucky Luciano, gánsters de los años treinta; asesinos y asesinados como Charles Mason y Tony La Bianca; la Alessandra Mussolini, nieta del Duce, modelo (1), y un tal mister Sotana (George Boy); "la Estados Unidos de acá", esperpento heráldico; el escultor De María y la poetisa norteamericana Hilda Doolitle (incorporada al repertorio por motivos eufónicos); la Frank Niti de Monjitas y "otros pastas muy cojonudos". Tal es la suma intencional de nombres heterogéneos, una enumeración caótica, pero que tiene sentido. Ezra Pound usaba los nombres como metáforas unos de otros y combinaba en un espacio transhistórico o según la lógica del tiempo circular -la historia vuelve a repetirse, como dice el tango-. Maquiera, en la línea de los inmoralistas, los reúne carnavalescamente para significar, de alguna manera, la intrínseca perversión del poder ejemplificado por la Inquisición y su igualdad con las marginalidades que lo desestabilizan -otra suerte de órdenes constituidos- ya se trate de "los drugos" (la pandilla de La naranja mecánica) o cualquier "banda de relajados". Igualmente, pues, de los contrarios. Los antagonistas de la historia son mafias. Una herejía contemporánea sumamente justificada.

Dije que la dicción coloquial del autor asume las jergas locales en el modo del mestizaje, con ambivalencia. La dicción oral no es sólo herencia de la poesía inglesa moderna: al lado de T. S. Eliot está Kavafis, uno de los autores admirados traducidos (del inglés) por Maquieira. Lenguaje hablado, lenguaje directo de una poesía en segunda persona en la que hablan varios personajes -a veces simultáneamente-, teatralidad, son factores que hacen sistema con un concepto antiguo y moderno del autor como comentarista, parafraseador, traductor y lo que se dio luego en llamar "plagiario". Un renegado de la propia "personalidad literaria" un usurpador de la del otro. Maquieira trabaja, en tal sentido, haciendo suyos textos encontrados (Kavafis lo hacía así; en Latinoamérica, Cardenal): uno del inquisidor toledano Fidel Fita, otro del padre Diego Rosales y, por lo menos, dos versiones de guiones de Kubrick. También se apropia de poetas como Emanuel Carnevali, chilenizándolos al traducirlos y firmarlos. Así se tocan los (falsos) extremos de lo local y lo universal se demuestra la falacia del "ser nacional" o, por último, se perpetra un atentado contra las nociones de lo original y de los orígenes. El texto es un intertexto -el resultado de una relación de los textos con los textos-; la poesía, como decía Ducasse, debe ser hecha por todos.(2) Imperativo que o excusa, de ninguna manera, descuido o relajo por parte del operador literario; lo obliga, muy por el contrario, a un control óptimo ante la mesa de comando. Si bien los sujetos, las máscaras que hablan en los poemas de Maquieira con "rayados" polimorfos que cambian de sexo y provocan a la sintaxis, quien escribe esos textos es un poeta culto, con cierta pasta de erudito; cualidades compatibles con las del humorista sangriento.

(1) Ha sido, además, actríz secundaria en películas de Federico Fellini. Desde 1990, es dirigente del neofacista Movimiento Social Italiano. (Gonzalo Millán)

(2) La frase completa es: "La poesía debe ser hecha por todos. No por uno. ¡Pobre Hugo! ¡Pobre Racine! ¡Pobre Coppée! ¡Pobre Corneille! ¡Pobre Boileau! ¡PObre Scarron! Tics, tics, y tics. Véase Conde de Lautréamont, Poesías. Prefacio a un libro futuro, Bs. Aires, Poseidón, 1945, trad. de Braulio Arenas. (G.M.)

Tomado del circo en llamas: una crítica de la vida. Enrique Lihn edición de Germán Marín. Santiago. Lom, 1997, 694 págs.


daniel rojas pachas

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